Los responsables del hallazgo del cocodrilo 'Duerosuchus piscator' depositan los fósiles en Salamanca y afirman que sabían que existía por estudios bioestadísticos
Luis Alonso Andrés y su hijo, Luis Alonso Santiago, descubridores de la nueva especie de cocodrilo Duerosuchus piscator, han depositado en la tarde de hoy los restos fósiles de este cocodrilo de hace 40 millones de años en la Sala de las Tortugas de la Universidad de Salamanca tras haberlos hallado en la localidad zamorana de Corrales del Vino. Los colaboradores del Departamento de Geología han explicado que se trata de la determinación más importante de una especie de cocodrilo encontrada en la zona desde que en 1975 se identificó el Iberosuchus. A pesar de que tenían indicios de la existencia de la nueva especie, consideraban imposible hallar evidencias hasta que encontraron el cráneo por casualidad, por lo que en su opinión, se trata de un hallazgo histórico.
El descubrimiento "viene a cubrir una laguna en la filogenia, el árbol genealógico de los cocodrilos, una de las muchas que restan porque el registro fósil es muy incompleto", ha declarado a DiCYT Luis Alonso Santiago. "Por deducciones podemos saber que en un yacimiento debe haber un tipo de cocodrilos, pero a veces no se encuentran los restos. Sabíamos que existía porque habíamos hecho estudios bioestadísticos, pero no podíamos demostrarlo, hasta que se halló por casualidad en un estudio goelógico que no tenía nada que ver con los cocodrilos, sino con tortugas", comenta.
La pista de los osteodermos
La pista sobre la existencia de una rara especie de cocodrilo, que tan sólo medía 1'60 metros frente a los cuatro o seis metros de otros cocodrilos se la habían dado la presencia de osteodermos, que es el recubrimiento que tienen los cocodrilos y otros animales, una especie de placa ósea exterior. "Los dientes se confundían con otras especies, pero había osteodermos que no pertenecían a ninguno de los géneros conocidos, entonces ya intuíamos que el registro fósil nos ocultaba un género nuevo de cocodrilo entre Corrales y Casaseca y tuvimos la suerte de encontrarlo, pero era tan escaso que no habíamos encontrado nada, es una cosa extrañísima, es un género raro y pensábamos que era imposible encontrar nada que no fueran dientes u osteodermos, pero hallamos el cráneo. Es un descubirmiento único que puede no repetirse en décadas", agrega el experto.
De hecho, hay que remontarse décadas para encontrar un hallazgo similar, el del cocodrilo conocido como Iberosuchus, que fue determinado en 1975. "Se trata de un cocodrilo corredor, porque era terrestre y tenía dientes en forma de sierra, cazaba a la carrera, y por su estructura ósea sabemos que eran carreras cortas", señala.
Por el contrario, el pequeño Duerosuchus piscator, era, como su nombre indica, pescador. "Tenían una dieta preferente de peces, pero no en exclusiva, eran cazadores oportunistas. El Duerosuchus tenía dientes adaptados a cazar piezas de pequeño tamaño y en esta zona en el Eoceno lo más abundante eran los peces, pero no hacía ascos a los insectos, que en la época alcanzaban de ocho a 10 centímetros, o a las ranas".
Una zona de fósiles
Maxilar del 'Duerosuchus piscator', nueva especie de cocodrilo hallada en Zamora
La pista sobre la existencia de una rara especie de cocodrilo, que tan sólo medía 1'60 metros frente a los cuatro o seis metros de otros cocodrilos se la habían dado la presencia de osteodermos, que es el recubrimiento que tienen los cocodrilos y otros animales, una especie de placa ósea exterior. "Los dientes se confundían con otras especies, pero había osteodermos que no pertenecían a ninguno de los géneros conocidos, entonces ya intuíamos que el registro fósil nos ocultaba un género nuevo de cocodrilo entre Corrales y Casaseca y tuvimos la suerte de encontrarlo, pero era tan escaso que no habíamos encontrado nada, es una cosa extrañísima, es un género raro y pensábamos que era imposible encontrar nada que no fueran dientes u osteodermos, pero hallamos el cráneo. Es un descubirmiento único que puede no repetirse en décadas", agrega el experto.
De hecho, hay que remontarse décadas para encontrar un hallazgo similar, el del cocodrilo conocido como Iberosuchus, que fue determinado en 1975. "Se trata de un cocodrilo corredor, porque era terrestre y tenía dientes en forma de sierra, cazaba a la carrera, y por su estructura ósea sabemos que eran carreras cortas", señala.
Por el contrario, el pequeño Duerosuchus piscator, era, como su nombre indica, pescador. "Tenían una dieta preferente de peces, pero no en exclusiva, eran cazadores oportunistas. El Duerosuchus tenía dientes adaptados a cazar piezas de pequeño tamaño y en esta zona en el Eoceno lo más abundante eran los peces, pero no hacía ascos a los insectos, que en la época alcanzaban de ocho a 10 centímetros, o a las ranas".
Una zona de fósiles
Luis Alonso Santiago coloca las dos piezas de la mandíbula juntas
En la zona de Corrales del Vino se dan condiciones óptimas de fosilización porque en el Eoceno medio era una cuenca endorreica, es decir, que los cursos de los ríos no se dirigían al mar, sino a lagos interiores. En consecuencia, "podían arrastrar limos o arenas que contenían restos de los animales que morían, de manera que se depositaban en las cuencas de sedimentación y eran cubiertos de inmediato por la arena o por el limo. Una vez que se cubren estos restos, se impide que los depredadores los destruyan a la vez que se dan unas condiciones anaerobias, sin oxígeno, para que las bacterias tampoco los destruyan, por eso en Corrales y otros pueblos del entorno y de la provincia de Salamanca hay un terreno perfecto para encontrar fósiles", indica Luis Alonso Santiago.Y además... otra tortuga
Caparazones de la tortuga 'Allaeochelys casasecai'
Además de depositar al cocodrilo Duerosuchus en la Sala de las Tortugas, los dos colaboradores zamoranos han dejado hoy también otra pequeña joya, que fue encontrada en 2008. Se trata del primer caparazón entero de la tortuga Allaeochelys casasecai, puesto que hasta el momento sólo se había podido reconstruir a base de pequeños restos. Se trata de ejemplares que también corresponden al Eoceno y que se hallan en la misma zona, en este caso, el nombre lo indica: de Casaseca. Precisamente, las tortugas también formaban parte de la dieta de los cocodrilos. Emiliano Jiménez, responsable de la Sala de las Tortugas, ha explicado que en la actualidad, las especies de tortugas que se conocen tienen dos caparazones, aunque es un dato desconocido por la mayoría del público, pero en épocas remotas, sólo tenían uno y así eran "triturables" por parte de sus depredadores.
Detalle del maxilar del 'Duerosuchus'
Hemos extraído esta noticia del diario digital "Salamanca 24Horas" por considerarla de especial relevancia para nuestra localidad y la de nuestros vecinos de Corrales del Vino